SOBRE EL DERECHO A UNA ALIMENTACIÓN
SOSTENIBLE Y SALUDABLE
La alimentación es un derecho que,
como tantos otros que están sobre el “papel”, como el derecho a una vivienda o a
un trabajo, hay que luchar permanentemente por su cumplimiento, exigir a los gobiernos
y hacer una labor pedagógica para evitar una mirada exclusivamente mercantilista
por parte de la sociedad.
En este modelo agroalimentario en el
que los alimentos se ven más como mercancía que como una necesidad básica, está
claro que el Derecho a una ASS sí distingue entre clases sociales, las más
desfavorecidas se ven abocadas a un tipo de alimentación perjudicial para la
salud.
Respetar el derecho a la
alimentación, o sea, tener acceso permanente, a precio adecuado, que sean
alimentos saludables, seguros, y tenerlos en cantidad y variedad necesaria
implica para el estado políticas en diversos ámbitos. Y esto va desde acciones
paliativas hasta una intervención quirúrgica: un modelo alternativo.
¿A QUIÉN Y CÓMO PERJUDICA EL MODELO AGROALIMENTARIO ACTUAL?
La comida ultraprocesada
Los bajos ingresos de muchas familias
hacen que o bien no puedan acceder a suficientes alimentos, llevando a
malnutrición, o bien tengan que cubrir sus necesidades energéticas a base de
comida poco sana, como alimentos excesivamente procesados, que suelen tener
contenidos altos en sal, azúcar y grasas saturadas y que, a medio y largo plazo
van a producir obesidad y enfermedades cardiovasculares.
Es un hecho conocido a nivel mundial
que la obesidad está aumentando porque se ha disparado el consumo de alimentos
ultraprocesados, viéndose agravado por el modo de vida sedentaria que predomina
(uso de maquinaria industrial, ordenadores, vídeojuegos, vehículos y todo tipo
de medios que han disminuido nuestra actividad física).
Esta obesidad está afectando a niñ@s y, sobre
todo, a adolescentes, por el consumo de muchos aperitivos en bolsa, bollería,
hamburguesas, pizzas y bebidas azucaradas y porque es el sector de población
que más consume ocio virtual y, por ello, pasa horas sin actividad física.
Cuando estos dos aspectos se juntan, se dispara la obesidad (valores de 20% al
25% en España), que da lugar a distintas enfermedades, por lo que supone un
aumento del gasto sanitario público y una reducción de años de vida.
Personalmente, opino que la comida
procesada difícilmente puede desaparecer en este sistema de vida que hemos
adoptado, un mundo que se mueve deprisa, hiperactivo, y que, por lo tanto,
tiene menos tiempo para preparar de forma casera los alimentos frescos. Una
opción sería “externalizar” la alimentación en otras manos (restaurantes,
comidas para llevar, comedores públicos…), pero para que realmente haya un
cambio hacia una dieta saludable, estas proveedoras tienen que hacer uso de
alimentos ecológicos (en lo posible) y no procesados.
Los agroquímicos y los plásticos
La mayor parte de la producción en nuestro
país y mundial lleva usando agroquímicos desde la llamada Revolución Verde, a
mediados del siglo XX, ya sean plaguicidas o pesticidas y abonos inorgánicos
nitrogenados, fosforados y potásicos.
§ Plaguicidas: utilizados para eliminar las
llamadas “malas hierbas”, ya que la agroindustria trabaja con monocultivos y se
quiere evitar la aparición de otras especies. Las consecuencias de estos
productos son muy dañinas para los ecosistemas, ya que disminuyen la
biodiversidad y afectan a la polinización y al equilibrio ecológico
depredador/presa. Y sobre las personas provocan numerosas y graves afecciones,
como enfermedades autoinmunes, enfermedad de Parkinson, leucemia, cáncer, disminución
del cociente intelectual en la infancia, asma, alergias, pérdida de memoria, autismo
y disminución de la capacidad visual.
§ Abonos nitrogenados: son nitratos y, como tales, una vez
aplicados pasan a nitritos y luego dan lugar a nitrosaminas, que son carcinogénicas.
En cuanto a algunos plásticos,
como los policarbonatos o como las resinas epoxi, que se utilizan en las latas
de alimentos, hay muchos estudios en los que se ha comprobado el efecto
prejudicial del bisfenol A, que forma parte de su estructura.
Este compuesto químico es un disruptor endocrino y, por lo tanto, altera el
equilibrio hormonal y el desarrollo embrionario, produciendo cáncer
infertilidad y diabetes. Lo mismo ocurre con los ftalatos, incluidos
en plásticos de embalaje de alimentos, como el PVC.
Los pesticidas se acumulan en la
parte externa de los vegetales (piel y hojas externas), por lo que conviene
pelar las frutas y verduras cuando no sean de agricultura ecológica. Por otro
lado, es conveniente evitar las latas de alimentos, sobre todo en caso de
embarazo. Y evitar embalajes que puedan contener ftalatos.
¿A QUIÉN BENEFICIA EL MODELO ACTUAL?
Sobre los intereses que hay detrás de
las industrias de procesados y de embalajes, éstas no se plantean o no asumen
que sus productos tengan efectos perjudiciales para la salud, con lo que es
cierto que las declaraciones de las personas ligadas a ellas hacen que la población
tenga información contradictoria y no tenga un pilar básico donde apoyarse. Al
final, cada cual consume de la forma más cómoda, que suele ser la procesada.
¿Solución? Tratar de desenredar la
madeja de relaciones de intereses. Sacarla a la luz y así la gente podrá
orientar su alimentación en base a una mayor objetividad, podrá discernir qué
información es interesada y cuál es veraz.
En resumen, es deseable un cambio de
estilo de vida, disminuyendo los alimentos procesados y los embalajes,
aumentando la actividad física, además de aplicar políticas alimentarias
orientadas a alimentos saludables, todo ello dejando al descubierto los
intereses económicos que ocultan el perjuicio de los alimentos procesados.
EN BUSCA DE UNA ALIMENTACIÓN
SALUDABLE
Hay alimentos más perjudiciales que
otros para la salud. Sabemos que la carne lleva asociada grasa saturada (cuanta
más grasa, parece que es más apetitosa), justo la perjudicial, siempre si es en
exceso, como casi todo. Y en este caso lo es, porque consumimos demasiada
cantidad. De ahí vienen luego problemas de colesterol alto, por ejemplo.
También los azúcares y, como ya he comentado, los productos procesados. Queda
perfectamente plasmado en las pirámides de alimentos y dietas saludables,
siempre en la zona estrecha, en contraposición a los vegetales, ampliamente
recomendados.
A partir de esto, reducir el consumo
de carnes y derivados es obligado. Eliminarlos, también es una opción, pero
necesitará de un mayor esfuerzo por nuestra parte para suplir, por ejemplo, los
aminoácidos que faltan. Lo cual es factible combinando vegetales, pero hay que
tener ciertos conocimientos para ello y también hay que “pararse” a pensar,
algo costoso dentro de esta vorágine que lleva habitualmente a la comodidad (un
filete y ya tengo mis nutrientes).
Otro problema sería la carencia de
Vit. B12…Y otro asunto ya sería el ético (no matar animales), con lo que
eliminando la carne se consiguen 2 objetivos: mayor salud y respeto a la vida
animal. Pero también un 3º, imprescindible para conservar el planeta, como es
reducir las emisiones de gases invernadero.
El consumo de carne, embutidos y
pescado empezó siendo una cuestión de “estatus”, después de una guerra y
posguerra, para terminar integrándose en la dieta habitual, de manera que un
plato sin carne parece que no es comida suficiente, y que las verduras son sólo
“acompañamientos”. Esta cultura es difícil de cambiar, sobre todo, sin
información/formación tanto en lo referente a los efectos en la salud, como al
impacto sobre los ecosistemas de las producciones intensivas.
Igualmente ocurre con el consumo de
productos vegetales, que también pueden ser perjudiciales para la salud por el
uso de pesticidas, abonos inorgánicos, plaguicidas, etc…
Mis 10 propuestas para una alimentación saludable y sostenible
1. Incrementar la ingesta de vegetales en la dieta.
2. Consumir productos ecológicos, que ya sabemos que no contienen productos dañinos para el organismo.
3. Aprender a manipular y cocinar los alimentos de forma que se preserven sus nutrientes.
4. Conocer las combinaciones “buenas” y “malas” de los alimentos en lo referente a los antinutrientes de los vegetales, y saber los procedimientos para eliminarlos (esto implica recuperar sabias tradiciones en la cocina).
5. Reducir la ingesta total de kilocalorías para evitar la obesidad y sus enfermedades asociadas.
6. Evitar mucha intermediación en la compra, mejor realizar compra directa a productoras, lo que supone que reciben unos precios más justos
7. Mantener el compromiso de compra con las pequeñas productoras para que puedan planificar sus cultivos y asegurar la venta y, por lo tanto, garantizar la sostenibilidad de la producción, sus ingresos y nuestra alimentación.
8. Comprar productos a granel para evitar la acumulación de residuos, sobre todo, los no biodegradables.
9. Llevar nuestra propia bolsa de compra reciclable por el mismo motivo (reducir, reutilizar).
10. Comer poca carne para disminuir la contaminación provocada por su procesado.
Las 5 primeras propuestas van a
incidir en una alimentación saludable, las 3 últimas disminuirán la
contaminación ambiental y la ocupación del territorio, con lo que contribuirán
a la sostenibilidad ambiental. Consumir productos ecológicos afecta a ambas:
nos cuidarán la salud y también la de los ecosistemas. En cuanto a la 6 y la 7
tienen que ver con la sostenibilidad de la producción y, por tanto, favorecen
también una alimentación sostenible (aparte de las implicaciones con la
justicia social y el derecho a un trabajo digno, con una remuneración
suficiente, que es otro tema, pero que va implícito en toda la dinámica de
consumo responsable, que es al final de lo que se trata).
¿QUÉ PODEMOS HACER PARA QUE SE CUMPLA
EL DERECHO A UNA ASS? UNA MIRADA GLOBAL
Si hablamos del consumo y, en concreto, del acceso a
la alimentación, es evidente que una parte de la población lo tiene
difícil. Los gobiernos no han conseguido evitar el paro, pero tampoco las
ayudas llegan a todo el mundo. Incluso el Ingreso Mínimo Vital que prometía
tanto se ha quedado corto.
Desde el Observatorio del
Derecho a la Alimentación se afirma que las causas subyacentes de la
mala alimentación son justamente las desigualdades en el acceso a los alimentos
porque hay una mala gestión de las políticas alimentarias
Como soluciones, el Observatorio
indica que hay que ligar la alimentación con la salud a nivel de políticas y
así mejorar esas políticas alimentarias de forma que se contemplen desde el
punto de vista del Derecho a la alimentación, que debería ir unido al Derecho a
la salud. Además, proponen que, aparte de las investigaciones que pueda hacer
el Observatorio, la sociedad civil participe en reflexiones sobre este tema.
Hacen falta, además, más políticas
redistributivas (como implementar el uso de vales agroecológicos o de tarjetas
monedero para la población vulnerable, gestionar los excedentes de los
restaurantes y establecimientos alimentarios, promover los huertos urbanos) y,
sobre todo, agilizarlas, dada la gravísima crisis económica provocada por la
pandemia.
Por otro lado, si se trata de que comamos
alimentos nutritivos o saludables implica, en primer lugar, que
los gobiernos faciliten formación al respecto en los centros educativos y adapten
la compra pública a una alimentación sostenible y saludable. Igualmente, es
fundamental la difusión a la población mediante campañas (hay quien tiene una
buena economía, pero no está concienciada en cuanto a cambiar los hábitos de
consumo) y acciones de formación (talleres de alimentación sostenible y
saludable). También es importante dar apoyo a iniciativas barriales que abordan
este tema. Y, por último, la ciudadanía tenemos que practicar un consumo
responsable.
La formación, es, pues, un pilar
básico. Formal, no formal e informal. Así, las campañas desde las instituciones
públicas pueden ser orientadoras de otra forma de producción y consumo
alimentario. Y la participación de la sociedad civil ya concienciada (como por
ejemplo los Grupos de Consumo) en las políticas alimentarias, es necesaria.
En cuanto a la producción, los gobiernos deben impulsar la
producción ecológica y local e incentivarla económicamente para que l@s
agricultor@s tengan un campo más amplio para la venta de sus productos y así poder
abaratar precios y facilitar un acceso general a este tipo de alimentos más sanos
y más respetuosos con la Naturaleza.
Y todo esto nos lleva a una mirada
global…Hace falta información sobre los impactos de la agroindustria y del
transporte de alimentos en la salud humana y del planeta, pero también tener en
cuenta el aspecto social de la producción de alimentos, es decir, a quién
beneficiamos con nuestra compra y consumo (si a grandes empresas o a familias o
pequeñas cooperativas, lo que implica precios más justos). E,
indefectiblemente, la actuación de los gobiernos a los distintos niveles.
Esto último ya hemos visto que está
en marcha con las distintas iniciativas en el caso de la ciudad de Valencia,
que además incorpora el debate de las necesidades de los distintos colectivos
de la sociedad en ese espacio común que es el Consell Alimentari Municipal. El
CALM depende de la Concejalía de Agricultura y Alimentación Sostenible y tiene
tres Grupos de Trabajo: de Compra Pública, de Derecho a la Alimentación y de
Canales Cortos de Comercialización.
Un ejemplo de lo que se está haciendo
a nivel municipal en política alimentaria, en colaboración con distintas ONGs,
es la formación y promoción de una alimentación sana, local y ecológica en
algunos centros educativos y esto tiene buena acogida porque sí hay familias
que quieren que sus hijos se alimenten de una forma más sana y también están
sensibilizadas por los temas medioambientales y sociales.
El último impulso que ha dado nuestra
ciudad, a nivel institucional, hace escasamente unos 4 meses, para promover el
Derecho a una ASS, ha sido la elaboración de un Diagnóstico de la
situación del Derecho a una ASS entre los colectivos vulnerables de la ciudad.
Este trabajo ha sido realizado conjuntamente por la Concejalía de Servicios
Sociales y la de Alimentación Sostenible, para servir como base a las políticas
que tendrán que incidir en una mejor alimentación de estos colectivos.
EL DERECHO A UNA ASS DESDE EL PRISMA
DEL DESARROLLO HUMANO
Es evidente que la alimentación está directamente
relacionada con la salud. Quien está bien alimentad@, es más fácil que se
mantenga san@. Y si hablamos de Agroecología y Soberanía Alimentaria, esto
quiere decir ecosistemas más limpios y población rural con un trabajo más
digno.
Aquí vemos que el logro de un
derecho como el Derecho a una ASS conduce al cumplimiento de algunos Objetivos
de Desarrollo Sostenible, como el ODS 1 (contribuirá al Fin de la Pobreza de
quien consume y de quien produce), el ODS 2 (hambre cero), el ODS 3 (Bienestar y
Salud), el ODS 8 (Trabajo Decente), el ODS 12 (Producción y Consumo
Responsables), el ODS 15 (Vida de Ecosistemas Terrestre) y, seguramente, a
algún otro ODS.
En otro aspecto, las personas vulnerables,
a través de las políticas alimentarias agroecológicas, por un lado, y de los
medios directos por otro (en este caso, las plantas como alimento, si nos
centramos en la alimentación de origen vegetal) conseguirán los “funcionamientos”
de tener acceso a los alimentos y de mantener un cuerpo lo más saludable
posible, según sus circunstancias personales, al mismo tiempo que beneficiarán
el Medio Ambiente y la economía local. Verán cumplido su Derecho a una ASS.
Esas políticas (alimentarias y/o
redistributivas) habrán aumentado sus posibilidades de elección razonada (una
vez habiendo recibido la formación/información necesaria sobre alimentación/nutrición),
su libertad de elección entre distintos alimentos que saben que van a
beneficiarles y también a su entorno natural y social. A nivel personal, habrán
ampliado su “capacidad” de estar san@s y, con ella, el resto de “capacidades”,
ya que una persona sana puede trabajar, tener ocio, acceder a la cultura y todo
el resto de funcionamientos. La salud es básica. Así, las personas beneficiadas de
estos resultados habrán dado un paso importante en su Desarrollo Humano.
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